A lo largo de la historia,
la mejor prevención contra las enfermedades que han azotado al mundo ha sido la vacuna. Esta inyección consiste en inocular a la persona sana, microorganismos que provocan la enfermedad pero atenuados o muertos, de forma que el organismo pueda detectarlos y desarrollar anticuerpos, inmunizándote contra dicha enfermedad si se contrae.
El coronavirus, como cualquier otra enfermedad de tipo vírica, también está sujeto a esa capacidad de vacunación. La única dificultad del COVID-19 consiste en su alta capacidad de mutación, lo que hace que el organismo vacunado sea capaz de entender una cepa determinada pero no otra evolucionada. Así, por ejemplo, las vacunas contra la mutación Delta hace que las personas sean capaces de desarrollar anticuerpos si se contagian de dicha variante, pero si contraen la cepa Omicron, el cuerpo no sabrá bien si debe combatirla con esos mismos anticuerpos y cómo hacerlo. La diferencia evolutiva del virus entre cada mutación hace que, en términos médicos, se puedan requerir vacunas distintas.
Vacunas contra el COVID que existen
Pfizer-BioNTech
Su inoculación está recomendada para personas de 5 años de edad o más. Para su plena eficacia, requiere de dos dosis administradas con un intervalo de tres semanas. Además, tras cinco meses, se debe suministrar otra dosis más de "recuerdo".
Esta vacuna
actúa con el método de ARN mensajero (ARNm), consistente en enseñar a las células de nuestro cuerpo a fabricar una proteína concreta que desencadenará una respuesta inmediata de nuestro sistema inmune.
Esta vacuna protege contra el coronavirus 2019 (COVID-19) y evita el riesgo de sufrir consecuencias potencialmente graves si se infecta del mismo.
La técnica de ARNm no es algo nuevo, pues los investigadores médicos llevan ya décadas investigándolo para sintetizar vacunas contra otras enfermedades. Es en esta pandemia donde más se ha conocido el término. Entre los beneficios que más destacan de este tipo de vacunas es que el organismo nunca entra en contacto con el virus realmente, pormenorizando posibles respuestas alérgicas.
Moderna
Está recomendada para mayores de 18 años y también requiere de dos dosis para su plena efectividad, aunque a diferencia de la Pfizer, entre una dosis y otra debe pasar 28 días. La dosis de recuerdo debe inocularse tras cinco meses.
Esta vacuna tiene el mismo principio de síntesis que la Pfizer, es decir,
se basa en el ARNm. La diferencia radica en que la proteína que fabrica nuestro cuerpo tras ser inyectado es otra distinta, aunque se tendrá la misma respuesta del sistema inmune para combatir al COVID-19.
Janssen de Johnson & Johnson
Está recomendada para personas de 18 años o más. Solo requiere de una dosis. Tras dos meses, se ha estipulado que se reciba una dosis de refuerzo de ARNm Pfizer o Moderna.
Esta vacuna
se sintetiza siguiendo el modelo de vectores virales, es decir, se emplea una versión modificada del virus en cuestión que llevará instrucciones concretas a nuestras células para combatir al virus real. Esta versión modificada del virus se conoce como vector viral.
¿Cómo actúa en ARNm?
Estas vacunas de deben aplicar sobre un músculo grande, tal al del brazo. El ARNm atraviesa las paredes musculares e ingresan en las células para indicar a las mismas que comiencen a fabricar una proteína inocua para el organismo llamada "proteína S". Insistimos: esta proteína no actúa ni para bien ni para mal en el cuerpo humano, es inofensiva del todo.
El porqué de fabricar esta proteína S se debe a que está presente en la superficie del virus que causa el COVID-19. Así, si caemos infectados de coronavirus, nuestro organismo vacunado seguirá fabricando estas proteínas S que, esta vez, entrarán en contacto con las habidas en las células dañinas.
Nuestro sistema inmune detectará que esas proteínas S que nosotros fabricamos no debería estar ligado a una célula, sino que debería ser una sustancia libre. Al verla adherida a las células COVID, se despertarán las células inmunitarias y las combatirán al considerarlas una infección, pues han alterado el comportamiento de esas proteínas.
¿Cómo actúa los vectores virales?
Las vacunas de vectores virales emplean una versión modificada del virus en cuestión (un vector viral) para llevar instrucciones importantes a nuestras células.
Lo primero que hay tener claro es que el virus modificado y atenuado que nos inyectan NO es el virus que va a combatir. En este caso concreto sigue la misma norma, y el vector viral que se introduce NO es el virus del COVID-19, sino otro diferente e inocuo para el cuerpo.
Tras inyectarse en un músculo grande tal al del brazo, su modo de operar es análogo al del ARNm. Este vector viral despierta en las células del músculo una respuesta para producir una proteína capaz de neutralizar ese microorganismo, originándose la proteína S. Lo siguiente es lo mismo que el ARm: si nos contagiamos de COVID-19, nuestro sistema inmune detectará que la proteína S de las paredes celulares del virus debería estar libre y no ahí pegada, por lo que, combatirá a dichas células al considerarlas (acertadamente) una infección.
¿Cómo se ha podido desarrollar una vacuna tan pronto?
Desarrollar una vacuna es un proceso muy complejo y que, por norma general, implica una media de entre cuatro y siete años hasta tenerla lista para ser suministrada. En el caso del COVID, ha sucedido un hecho fantástico, pues
toda la comunidad científica ha recibido el apoyo de prácticamente todos los estados del mundo entero, algo insólito hasta el momento. Normalmente, cada país invierte en su propia investigación y suministra capital y personal para tal labor según un nivel de prioridades. Para encontrar la vacuna del COVID, se ha destinado un capital grandísimo y se ha priorizado su investigación sobre cualquier otro tema.
Todo ello ha concluido en un resultado espectacular: en menos de un año hemos tenido la primera vacuna contra el coronavirus.
Mucho se ha especulado acerca de la calidad de dichas vacunas, mas lo cierto es que
las vacunas que están en el mercado cumplen absolutamente todos los estándares habituales de calidad, seguridad y eficacia. Todos los organismos oficiales y estados han analizado, probado y aprobado el uso de dichas vacunas.
Debemos ser conscientes que toda la comunidad científica se ha volcado en encontrar la solución a un problema de salud pública que afecta a todo el globo. Países de todo el mundo, ONG y coaliciones internacionales como CEPI y GAVI, han apoyado (y siguen haciéndolo) la investigación, movilizando recursos como jamás se había hecho antes, financiando la producción para poder disponer de millones de dosis en el menor tiempo posible.
Hay que tener también presente que no se ha partido de cero en esto de encontrar una vacuna. La comunidad científica ya dispone de una amplia y más que probada experiencia acerca de cómo desarrollar vacunas con garantías de calidad, seguridad y eficacia. De hecho, aquí en España tenemos la prueba más palpable con el calendario de vacunación, donde se incluye vacunas frente a catorce patógenos diferentes. Esta experiencia acumulada durante más de 50 años sobre cómo fabricar y comprobar la eficacia y seguridad de estos medicamentos, ha sido de vital importancia en el rápido desarrollo de las vacunas frente a la COVID-19.
Las distintas fases de investigación y experimentación (tanto en animales como en personas) han seguido los cauces regulados y mantenidos por cualquier otra vacuna. Por otra parte, los reguladores que evaluaron los resultados y las agencias de medicamentos aceleraron todos los procesos en un extraordinario esfuerzo en conjunto. Muchos procesos que se han considerado intrascendentes para la puesta en marcha de la vacuna se han postpuesto, como por ejemplo crear diferentes etiquetas de una misma vacuna según el idioma del país (todas vienen en inglés).
Este pequeño cambio evita, desde el punto de vista logístico, que haya retrasos en la disponibilidad de las vacunas, sin que su calidad se vea comprometida.
¿Cuáles son las fases del desarrollo de una vacuna?
Previo a realizar un ensayo clínico en humanos, se debe recorrer una amplia experimentación en animales para concluir que la vacunas no produce reacciones adversas o inesperadas, además de garantizar la protección contra el SARS-CoV-2 para la que se está creando. Esta es la
fase preclínica, y da comienzo con estudios in vitro llevados a cabo en laboratorios y con estudios en vivo sobre animales. Se identifica y comprueba la calidad del medicamento, su posible toxicidad y la respuesta inmune que produce.
Lo siguiente son los
ensayos clínicos, probándose la vacuna sobre personas voluntarias. Dichas pruebas conducen a confirmar que las vacunas siguen el patrón de funcionamiento visto y -lo más importante- a que son seguras y eficaces. En estos ensayos se puede distinguir cuatro fases bien definidas:
- Fase I. Se comprueba que el fármaco es seguro.
- Fase II. Se comprueba si el fármaco es efectivo, trazando cuál es la dosis idónea y el mejor intervalo para alcanzar la inmunidad.
- Fase III., Se verifica de forma exhaustiva la seguridad y eficacia del fármaco.
- Fase IV. Se realizar un seguimiento a largo plazo una vez el medicamento se ha comercializado.
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